RETIRO DE MEDITACIÓN VIPASSANA DE 10 DÍAS
La primera vez que hice un curso vipassana, no tenía idea de nada, sólo quería entender por qué alguien se aislaría en un monasterio o en una montaña por toda su vida a buscar lo que ellos llamaban iluminación. Qué significaba esto, y por qué abandonarían lo que yo consideraba la posibilidad de disfrutar la vida misma, para alcanzar otra cosa, que la gran mayoría ni siquiera logra alcanzar en esta vida.
Me motivó también el código de disciplina, el cual estipulaba hartas cosas que me hacían sentido. Mis padres, se preocuparon bastante cuando les dije que me iba a un retiro de 10 días, pensaron que me estaba uniendo a una secta, y que prácticamente me iban a lavar el cerebro. Pero a pesar de ello, seguí adelante.
El día del inicio del curso, estaba de cumpleaños uno de mis mejores amigos, por lo que le dije que lo celebráramos la noche anterior, lo cual fue un gran error, ya que esa noche se me pasaron las copas, choqué mi auto, y básicamente desperté a la mañana siguiente con un gran remordimiento, excesivamente atrasado y sintiéndome muy mal.
A pesar de todo eso, partí, en mi auto dañado por la noche anterior, al centro donde se realizaría el curso. Al llegar, todo tipo de gente, desde aspectos hippies hasta adultos mayores, pasando por embarazadas, entre mucha gente de aspecto normal.
Me sentía terrible, lo único que quería era dormir, por lo que prácticamente no interactué con nadie, sólo me acosté en la cama que me asignaron, y descansé hasta que me llamaron para cenar. En la cena, había una sopa de zapallo, algo que para la resaca, fue lo mejor que podían darme.
En mi mesa, un hombre, de unos 50 años, que estaba haciendo su segundo curso. Además, dos jóvenes de mi edad que eran músicos, uno de ellos, también en su segundo curso. Yo no tenía idea de cómo sentarme, por lo que pedía consejos. Uno de ellos, en un momento, dice algo como “que rico entrar en esto de nuevo, para mirarse un poquito”. La verdad es que escuchaba, pero no entendía nada.
Llegó la hora de entrar al lugar dónde se meditaría, y nos llamaron para asignarnos un lugar donde meditaríamos, el lugar que tendríamos durante todo el curso. Me senté, y lo único que hice fue mirar al resto como se iban sentando, aún sin entender nada. El profesor dio algunas indicaciones sobre la técnica, que no era más que tomar conciencia de la respiración, y dio por iniciado el curso. Desde ese momento, se debía seguir un completo voto de silencio por 10 días.
Esa noche, y por el resto de los dos días siguientes, lo único que había en mi cabeza era música electrónica, y remordimiento. Aunque intentaba hacer el ejercicio, me costaba mucho concentrarme. Empezaron las dudas, de si era capaz de seguir con el curso, si esto era para mi, de si era el momento, etc.
Veía a todos sentados, cómo una estatua, mientras yo no podía lograr el ejercicio. Debo decir, que durante los 10 días, quise irme, veía mi auto, y el remordimiento volvía, en ocasiones de manera muy intensa. Preocupaciones cómo si mi familia estaba bien, me daban argumentos para dejar el curso hasta ahí. El segundo día, me decidí, fui a hablar con el profesor para irme. Al llegar y sentarme, algo me hizo cambiar de parecer. Sólo le hice una pregunta sobre la técnica de meditación y me fui.
Seguí esforzándome. Esa noche, aún con dudas de si seguir en el curso, escuché con mucha atención el discurso del maestro, que por cierto es otro, no el mismo que está físicamente ahí con todos nosotros. Sus palabras, y la descripción de lo que estaba viviendo era tan certera, que me convenció de intentarlo un día más. Si él, que no estaba ahí físicamente, una grabación hecha mucho tiempo antes, me entendía tan bien, y decía cosas con tanto sentido, debía seguir. Era tal lo que decía, que todos nos reíamos de sus palabras, eso me hizo entender de que quizás, todos estábamos pasando por lo mismo.
La verdad es que el silencio no fue tan difícil después de todo. Quería hablar con mi familia y saber que estaban bien, pero estar en silencio, no era tan difícil después de todo, incluso parecía tener sentido. Me empecé a dar cuenta que con cada respiración de la cual era consciente, me hacía tomar más conciencia sobre lo que pasaba en mi cabeza. Las palabras del chico del primer día empezaban a tener sentido, empecé de a poco, a entrar en mi cabeza, observar los pensamientos que habitaban ahí, y me di cuenta de lo tóxicos que eran, estaba peleando constantemente, con todo el mundo, y no podía salir de ahí.
Me di cuenta que hasta ese momento, todo el tiempo mi cabeza estuvo fabricando pensamientos, que nunca había tenido un descanso, y que nunca había hecho nada por controlar, en lo más mínimo lo que pasaba ahí. Me di cuenta que era esclavo de lo que pasaba por mi cabeza, y que era algo que siempre estuvo fuera de mi.
También entendí lo que significaba estar presente, y vivir el momento. Anteriormente pensaba que eran frases para aprovechar tu vida, que vivir el presente era no ser conciente de nada más que del ahora, o que había que vivir como si fueramos a morir mañana, sin pensar en las consecuencias. Pero comprendí que estar presente es vivir el momento de una manera mucho más intensa, con mucha conciencia, conciencia de donde vienes, adonde vas, pero aquí, es decir libre de pensamientos.
Antes de eso no comprendía, pero al pensar, siempre estamos viajando al pasado (lo que me hizo tal persona, lo que yo le hice a tal persona, lo que viví que me hizo sentir mal o bien) o al futuro (lo que le voy a decir a esa persona la próxima vez que me diga eso, lo que quiero que me pase y no me pasa, lo que me va a pasar y que no quiero que me pase, etc). Ahora, con la respiración, encontré una herramienta que me traía al presente, a respirar el mundo que me rodeaba, libre de pensamientos, aunque durara sólo unos segundos, sentía que por primera vez, estaba viviendo.
Al 4to día, se enseña otra técnica, una técnica de meditación vipassana, la técnica que supuestamente descubrió e iluminó al buda, y que significa en pali, “ver las cosas como realmente son”. Es una técnica en la cual se observan las sensaciones presentes en el cuerpo, y con ello van apareciendo ciertos recuerdos y experiencias que nos han marcado de una forma u otra.
Se describe a la meditacion vipasana, como una técnica de desintoxicación de la mente. Y al correr de los días, esto empieza a hacer sentido. Pensamientos muy desagradables comienzan a aparecer, y como se experimenta la relación entre mente y materia, es posible experimentar como se manifiestan en el cuerpo sensaciones intensas y desagradables también. Me hizo sentido una frase que le escuché a otro estudiante antes de empezar el curso en que decía que uno venía a estos retiros “a sentarse en el dolor”.
Todo esto, hace que la experiencia se haga muy difícil, pero como dijo alguna vez Carl G. Jung “nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su propia oscuridad.”
Al pasar los días, el proceso va cambiando de momento a momento, de manera diferente en cada individuo, pero se comprende la naturaleza cambiante del universo y de la mente. A momentos hay mucho dolor, y se hace imposible la meditación, mientras que en otros, la meditación se vuelve muy fácil y agradable.
Empiezan a aflorar pensamientos ya olvidados, y mientras se avanza en la técnica, se empiezan a comprender, se empiezan a sanar, y de a poco esos pensamientos tóxicos del principio, empiezan a desvanecerse cada vez más. Aunque seguía con ganas de irme, era capaz de ver que ciertamente la meditación me estaba ayudando. Es diferente en cada uno, pero yo comprendí entre muchas otras cosas, el gran apego que tenía con mi madre, y el gran sufrimiento que me generó el separarme de ella cuando empecé a ir al jardín. Encontré una relación evidente entre esto, y los conflictos que tuve a lo largo de toda mi vida en el colegio, y posteriormente en la universidad; entre muchas otras cosas.
El penúltimo día, uno de los chicos que durante todo el curso llamó mi aención por lo bien que parecía que le estaba yendo (era un tronco que no se movía desde el día 1), se puso a cantar luego del desayuno a un gran volumen, haciendo referencias al amor, a lo importante que ésto era y que lo que estabamos haciendo no tenía sentido ya que faltaba el amor.
Él terminó abandonando el curso, el día 9, y con ello, noté como afectó a muchos, incluyendo al profesor.
Desde el primer día, uno firma un compromiso para no abandonar el curso, se advierte que se está en un proceso de desintoxicación, por lo que si se abandona antes de tiempo, es como abandonar la sala a mitad de una operación, con la herida abierta, y yendo en la dirección en que nadie puede ayudar.
El último día, una nueva técnica es enseñada, una hermosa técnica sobre el amor, donde a través de una especie de oración, se perdona, se pide perdón, se agradece, y se ama. Esta técnica es muy valiosa, ya que ayuda a salir del estado en que estuvimos todos los días anteriores, y se enfoca en el amor. Es como si una sutil energía positiva, curara todas heridas abiertas que dejó el proceso, un cierre hermoso y necesario. Con ello, se termina el voto de silencio, y se comienza a hablar.
Este proceso es algo bastante importante, ya que en él nos damos cuenta lo similares que son las experiencias de todos, a pesar de que no se tuvo ningún tipo de comunicación. Se observa lo diferente que son todos al conversar con ellos, en comparación a cómo nos imaginábamos que eran durante el silencio. Se puede ver en los ojos de los demás, lo bien que están luego de vivir el proceso completo, y se termina entendiendo toda la oscuridad que se vivió anteriormente.

Ahora, puedo escribir, y describir en grandes rasgos lo que viví, ya que cada uno pasa por procesos diferentes, pero si alguna vez hacen un curso, esperen hasta el día 10, es ahí cuando realmente se entiende todo, cuando se cierra la herida de la operación. Es cuando comprendí por qué alguien se iría toda su vida a un monasterio, para entender la naturaleza de uno, de los demás, para abandonar patrones mentales tóxicos que te alejan de tu propia felicidad, y para vivir el presente más intensamente. En pocas palabras, para ver las cosas como realmente son, con claridad. Y no porque alguien te lo dijo, sino porque lo descubriste en ti mismo, bajo tu propia experiencia.
La felicidad está al alcance de todos, en todo momento, independiente de las experiencias por las que se esté pasando o se hayan vivido. Si un monje o una persona elige alejarse de la ciudad o de lo conocido para entrenarse y fortalecerse en el arte de vivir el presente, es porque independiente de dónde uno esté y con quién esté uno puede estar presente y ser feliz, pero no es fácil encontrar un lugar o personas que aporten para mejorar en este proceso. Todos crecimos mirando hacia afuera, viendo con quién competir, a quién ganarle e intentando conseguir eso que por fin te permitiría ser feliz, pero pocos hemos tenido la suerte de mirar hacia adentro, competir con nosotros mismos, y de disfrutar la felicidad que entrega el simple hecho de estar aquí y ahora.